12 Urt Reactivación colectiva a pie de calle
La infrautilización del parque de bajos y locales comerciales de nuestras ciudades representa un coste de oportunidad difícilmente asumible en tiempos de necesidad urbana. La existencia de tal cantidad de metros construidos en desuso choca de frente con la demanda de espacios para fines sociales, personales y económicos.
El cierre de un local supone además la pérdida de numerosas externalidades positivas para la ciudad. Los locales activos dan vida a la calle, ofrecen seguridad y mejoran el paisaje urbano. Se genera así un círculo virtuoso en la calle o el barrio: la actividad atrae más actividad. Son una palanca fundamental para la dinamización social y económica de nuestras ciudades.
La crisis de 2008 trajo a nuestras ciudades el cierre de muchísimos locales. El frenazo de la economía derivado del estallido de la burbuja inmobiliaria se cebó con los pequeños comercios. Una primera mirada nos lleva a pensar en los problemas económicos de estos cierres. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que, si bien las dificultades financieras fueron el detonante, nos encontrábamos ante un grave problema urbanístico que venía de bastantes años atrás.
Fotografía de Diego Sanz (@karramarrez)
El urbanismo ha mostrado una escasa capacidad de responder a los cambios en las esferas económica y social que se llevan viviendo las últimas décadas. La brecha entre la velocidad de cambio socioeconómico y la dilación de las respuestas urbanísticas se ha hecho tan grande que a la ciudad construida le han saltado las costuras.
El urbanismo ha mostrado sus mejores capacidades a la hora de planificar el crecimiento de la ciudad. Empleando herramientas asentadas en la solidez y la estabilidad ha proyectado espacios bajo la premisa de la permanencia de usos. Equipamientos, edificios y zonas proyectadas para usos concretos. Hasta que esos elementos no cumplen con la función prevista y el urbanismo se encuentra ante un dilema.
Además de la crisis económica, los cambios en los modelos de consumo han sido trascendentales para entender la situación actual de muchos locales. Unos cambios que, a su vez, han sido impulsados por el propio urbanismo, con su apuesta por los grandes centros de consumo localizados en la periferia en detrimento del consumo de cercanía. En la última década el comercio online, especialmente su descomunal crecimiento de los últimos años, está generando una dinámica de consumo que obliga a repensar en profundidad el papel de los locales que fueron pensados exclusivamente con fines comerciales.
A estos cambios en el modelo de consumo debemos añadirles las transformaciones en la organización del trabajo. La crisis sanitaria y el confinamiento ha supuesto un salto de varios años en la evolución de un modelo organizativo que ya venía mostrando una evidente tendencia hacia la flexibilización y la deslocalización.
Si bien hasta ahora la perspectiva habitual para la reactivación de los locales ha sido la de la revitalización del comercio, comprender la fuerza y consistencia de estas dinámicas debe llevarnos a pensar en nuevas alternativas para esos locales en desuso. Es por esto por lo que resultan tan interesantes planteamientos como el de la vivienda expandida.
Expandir la vivienda, expandir la comunidad
Los usos que pueden trasladarse fuera de nuestros hogares a los locales obligan a hacer un uso compartido de los mismos. Es en este uso compartido donde encontramos la gran dificultad y, a su vez, el mayor potencial de las propuestas de vivienda expandida.
Las dificultades para el uso compartido de locales son considerables, empezando por nuestra propia mentalidad. Encontramos evidentes reticencias a compartir. A la hora de dejar o de ceder un bien hay menos problemas, siempre que esté clara la propiedad individual de ese bien. Sin embargo, es la propiedad compartida la que genera mayores desconfianzas.
Detestamos el conflicto y parece que el primer temor que nos asalta es el “problema del polizón” (free rider). Prevemos que habrá personas que se aprovecharán de los recursos y no lo compensarán. El ecólogo Garrett Hardin ya dejó por escrito estos temores en su “tragedia de los comunes”, una obra en la que se basaron muchas políticas de privatización de los recursos naturales. Hardin no contaba con la existencia de posibles fórmulas de gestión de estos comunes.
Debemos pensar también en las posibilidades que se abren al poner en marcha un bien o recurso común. Los beneficios tangibles que obtendremos al poder contar con ese recurso cuando precisemos y otros intangibles como la creación de capital social, capital simbólico o mejora de la convivencia. Tal como apunta Joan Subirats:
«No “tenemos” un bien común, “formamos parte” de lo común, en la medida que formamos parte de un ecosistema, de un conjunto de relaciones en un entorno urbano o rural, y por tanto el sujeto forma parte del objeto. Los bienes comunes están inseparablemente unidos y unen a las personas, las comunidades y al propio ecosistema»
Estas características de las propuestas de vivienda expandida, observando los locales como “bienes comunes” en su sentido más clásico, nos invitan a revisar la obra más influyente de la politóloga norteamericana y Premio Nobel de Economía Elinor Ostrom, para tratar de plantear algunas cuestiones básicas a considerar en la puesta en marcha de una iniciativa de locales compartidos.
Principios para la gestión de locales comunes
Partimos del mismo convencimiento que Ostrom al considerar que quien mejor puede gestionar sosteniblemente un recurso de uso común son las propias personas implicadas. Pero son necesarios medios e incentivos para hacerlo, así como mecanismo de comunicación y de justicia. Esta premisa ya nos deja clara una primera consideración que ya adelantábamos en la frase de Joan Subirats: no se trata tanto del aprovechamiento del recurso, en este caso el local, como de la dinamización y funcionamiento de la comunidad que se beneficiará del mismo.
Teniendo en cuenta esa premisa fundamental, es interesante considerar los ocho principios o características identificadas por Ostrom para el buen funcionamiento de los bienes comunes:
1. Límites claramente definidos: Es necesario delimitar qué personas se incluyen en “lo común” y excluir a aquellas terceras partes que no estarán involucradas. Esto no significa crear un club, pero sí definir claramente quiénes podrán hacer uso del local y asumirán las obligaciones compensatorias necesarias para la sostenibilidad del recurso/local.
2. Reglas de uso: Será necesario establecer las reglas de uso y disfrute del bien común, reglas de apropiación y provisión específicas a las condiciones del local.
3. Fórmulas de decisión colectiva: Debemos asegurar que todas las personas que forman parte de la comunidad puedan participar tanto en el establecimiento de las normas de constitución como en las decisiones operativas.
4. Sistemas de control efectivo: Es muy importante que el control del cumplimiento de las normas se lleve a cabo por personas que formen parte de la comunidad que comparte el local común.
5. Sanciones progresivas: Las sanciones para aquellas personas que transgredan las normas, los comportamientos egoístas, deberán estar bien graduadas y ser incrementales.
6. Resolución de conflictos: Deben establecerse mecanismos para la resolución de conflictos que sean de fácil acceso, tratando que faciliten una resolución rápida e imparcial.
7. Reconocimiento de la autogestión: Las autoridades e instituciones deben reconocer la autogestión de la comunidad en el uso del local común.
8. Organización multiescalar y en red: En el caso de que se establezcan fórmulas de organización que agrupen varios locales/comunidades, incorporando organismos anidados.
Una consideración indispensable. En estos proyectos el proceso es más importante que el resultado. Si, como hemos planteado, la comunidad es la clave y no tanto el local, debemos cuidar todo el proceso de dinamización y consolidación de esa comunidad, que será la responsable última de la sostenibilidad del bien común.
Viabilidad económica de los proyectos
Hay algunos aspectos más pragmáticos relacionadas con la viabilidad y sostenibilidad que deberíamos plantearnos a la hora de impulsar un programa de reactivación de locales para usos comunes.
La primera de ella es la importancia de la identificación y catalogación de los recursos/locales existentes. Es necesario conocer el fenómeno, en general, pero también contar con información precisa de las características de los locales en desuso que son susceptibles de ser reactivados colectivamente. Las dimensiones del local, el uso para el que fue planificado y el estado en el que se encuentra, son variables a tener en cuenta a la hora de plantear su reactivación.
A la hora de reactivar el local, las opciones de uso pueden ser muy variadas y deberá ser la propia comunidad la que decida los usos que dará a ese local. Aún así, una primera identificación de posibles usos ayudará a plantear posibilidades, a dotar de cierta lógica urbana y cooperativa a las posibles iniciativas que puedan surgir más adelante, así como para diversificar y equilibrar los usos de cada zona de la ciudad.
Otra variable fundamental es la propiedad del local. Será muy diferente plantear la reactivación de un local si es de propiedad privada o si es de propiedad pública, especialmente si es municipal. Posiblemente en los casos de locales de propiedad pública sean más sencillo alcanzar acuerdos de reactivación temporal, por lo que deberían ser estas las primeras experiencias.
La personalidad jurídica de la comunidad o asociación beneficiaria del local es importante a la hora de plantear la viabilidad de los proyectos. El hecho de que las comunidades de vecinos no tengan personalidad jurídica puede limitar o complicar las posibles actividades a desarrollar por las mismas, derivadas de la necesidad de seguridad y asunción de riesgos en la puesta en marcha de determinados proyectos. Tomando como ejemplo el Plan de Dinamización y Movilización de elementos distintos a vivienda del parque público de Viviendas Municipales de Bilbao, observamos que las opciones de cesión a las comunidades de vecinos se orientan a determinados usos. Estas posibilidades de uso están muy relacionadas con la figura jurídica de las comunidades y nos ofrecen un marco bastante claro a la hora de asignar posibles usos a locales comunitarios.
En el caso de que se traten de otros grupos comunitarios distintos a la comunidad de vecinos, será muy importante valorar también la personalidad jurídica de ese grupo para según qué actividades quieran acogerse en los locales. A la hora de realizar inversiones de mejora o de responsabilidad ante las aseguradoras, será necesario
contar con una figura jurídica, bien sea como asociación o repartiendo la responsabilidad entre las personas comuneras que conforman ese grupo comunitario. La opción más clásica es la creación de una asociación con personalidad jurídica propia que, a modo de club o txoko, las personas se asocian para hacer uso de uno o varios locales con diferentes actividades, asumiendo solidariamente las inversiones necesarias (con o sin ayudas) y la responsabilidad ante posibles riesgos.
Aun así, especialmente en lo locales de propiedad privada, la dispersión de responsabilidades de la falta de personalidad jurídica suele generar recelos a la hora de alquilar bienes. En este sentido, desde la administración se pueden generar mecanismos de apoyo/aval que doten de seguridad jurídica tanto a la propiedad como a las comunidades beneficiarias.
En definitiva, a la hora de pensar en la viabilidad de los proyectos para los locales es necesario atender a la combinación entre propiedad-responsabilidad/personalidad- usos.
La comunicación y la sensibilización serán claves a la hora de dar a entender estas fórmulas de gestión de bienes comunes, así como la transparencia en la toma de decisiones. También debe servir como herramienta de reconocimiento del modelo de autogestión y de la comunidad por parte de las instituciones.
Encaje en la economía urbana
Los beneficios potenciales de estas propuestas de reactivación de locales ensamblan perfectamente con muchas de las líneas de actuación de la Agenda Urbana española.
Estas propuestas tienen la capacidad de diversificar la estructura productiva de las ciudades, creando nuevos nichos de mercado para agentes económicos clásicos como las gestorías de comunidades de vecinos, las inmobiliarias o los estudios de arquitectura.
Otra de las líneas de actuación de la Agenda Urbana es la compatibilidad de las actividades económicas con los tejidos residenciales, flexibilizando los instrumentos de ordenación urbanística. Esta flexibilización será fundamental para el desarrollo de alternativas de reactivación de locales tanto para uso económico como comunitario.
Algunos locales pueden ser reactivados para dar respuesta a las crecientes necesidades de logística última milla. Barcelona ya contempla esta posibilidad que permite a la ciudad adecuarse a los nuevos modos de consumo y al comercio electrónico. Esta cuestión puede ser conflictiva por el apoyo que damos a un modelo de consumo online que está mostrando más inconvenientes que beneficios para el tejido comercial de las ciudades. Sin embargo, un mejor sistema de logística última milla puede reducir notablemente el volumen de transporte motorizado por la ciudad y sus efectos negativos.
Otra alternativa de reactivación es la habilitación de los locales como espacios para la comercialización de productos locales y alimentación de proximidad. En muchos barrios podemos observar la entrega de lotes y cestas de productos de los caseríos a las personas pertenecientes a grupos y cooperativas de consumo. Estas entregas, habitualmente en espacios públicos, pueden ser realizadas en locales reactivados, facilitando de este modo el proceso y dotando de mayor visibilidad a los productores locales.
Un uso muy repetido es el de espacio de trabajo flexible (coworking). Esta posibilidad es una línea de actuación de la Agenda Urbana ya que se entiende que estos espacios tienen capacidad de atraer a nuevos emprendedores y de abaratar el precio del alquiler convencional de las oficinas.
En definitiva, la reactivación de los locales ofrece numerosas posibilidades para la aplicación de numerosas líneas de actuación planteadas en la Agenda Urbana con los objetivos de buscar la productividad local, la generación de empleo y la dinamización y diversificación de la actividad económica de nuestras ciudades.