17 Eka EKHILUR Y LA TECNOPOLÍTICA DEL DINERO
Tecnopolítica y organización social
La irrupción de internet y de las TIC ha revolucionado las formas de gestión y participación en todos los ámbitos de la vida. En la esfera política, además de la digitalización de la administración y la proliferación de mecanismos de control, ha facilitado la creación de comunidades, plataformas y movimientos activistas que han batallado en distintas crisis locales y globales para satisfacer derechos no cubiertos por las administraciones públicas por incapacidad, por falta de voluntad o por connivencia con los causantes de dichas crisis.
Según Edwards y Hecht (2010) “la práctica de usar estas tecnologías en procesos políticos y/o para fines políticos es lo que conforma la tecnopolítica”. Kurban, Peña-López y Haberer (2017) añaden que la tecnopolítica no implica solo añadir las TIC a la política o el activismo:
Definimos la tecnopolítica como un nuevo contexto, habilitado y potenciado por las TIC, en el que sus actores apuntan a mayores cotas de libertad, empoderamiento y gobernanza. La tecnopolítica refleja una aplicación polivalente de las TIC que sugiere una mayor eficacia y eficiencia democrática, pero que también transforma las prácticas democráticas tradicionales, a menudo para devolverlas a su propósito original, pero con una visión y una misión más refinadas, centradas en la emancipación política y la descentralización. Además, entendemos la tecnopolítica como una forma de abordar la política a múltiples escalas, profundamente arraigada en la comunidad, que conecta con el ágora global, dirigida tanto a la consecución de objetivos finalistas como a objetivos intermedios que afectan al diseño de protocolos y procesos. Abarca la concurrencia de múltiples actores, que con sus acciones —grandes o pequeñas— y su conocimiento contribuyen a una economía del don caracterizada por un diseño altamente granular de tareas y niveles de participación; y por último puede ser percibida como un constructo de sincronización que opera en y a través de muchas capas y espacios, (re)conectando actores y comunidades mediante procedimientos compartidos y objetivos convergentes. (p.16)
Economía tecnopolítica
La economía tecnopolítica ocupa un papel central en este contexto de profundos cambios provocados por la tecnología digital. Algunas de las transformaciones más amenazadoras son las que se están extendiendo con la consolidación del capitalismo de plataforma. Grandes corporaciones tecnológicas como Google, Amozon, Uber, Airbnb…están, rediseñando mercados enteros (movilidad, compras, transporte, cultura, turismo, etc.), reorganizando el territorio y modificando nuestra forma de vida. Y lo hacen a través de plataformas digitales que median y estructuran la relación entre consumidores y productores o proveedores de servicios. Una forma de operar en el mercado que afecta a los bienes y servicios de consumo tradicionales y también a las relaciones sociales que se dan en espacios de proximidad (Barandiaran, 2019).
Son este tipo de agresiones las que ponen de manifiesto la vulnerabilidad de la economía local y hacen necesario buscar estrategias para apropiarnos de la tecnología para un uso más democrático.
Monedas sociales
En este contexto, los sistemas monetarios alternativos, se van expandiendo poco a poco en diferentes ciudades del mundo para proteger a las economías locales y recordar que el dinero se puede crear por un acuerdo entre los miembros de la comunidad, de una forma consciente y eficaz, con unas normas de uso claras, voluntarias y viables, y controladas de una forma democrática (Mayoral, 2016).
Es el caso de las monedas sociales, locales y/o complementarias, usadas para acotar su circuito de circulación al ámbito de la localidad o el barrio como medida de protección de la economía local. Un cambio del modelo exógeno actual del dinero, en el que cuanto más circula más sale del territorio hacia los centros financieros y económicos, a un modelo endógeno en el que, por el contrario, cuanto más gira el dinero más riqueza produce dentro de la comunidad local (Ayuntament Villadecans, 2020, 9m 00sg).
Principalmente promovidas por iniciativas ciudadanas, algunas entidades municipales también se están sumando a la creación de monedas sociales, dando un importante respaldo institucional y económico a su funcionamiento. En Europa podemos mencionar dos monedas complementarias de gran proyección mediática: Bristol Pound (Reino Unido) y Chiemgauer (Alemania). En el Estado español, tres ejemplos interesantes en este sentido son la Ossetana (San Juan de Aznalfarache), la Grama (Santa Coloma de Gramanet) y Ekhilur en el País Vasco.
Ekhilur y tecnopolítica monetaria
En Ekhilur podemos encontrar varios planteamientos que podríamos considerar tecnopolíticos en relación el dinero. Veamos algunos de ellos:
Relocalizar la economía en un contexto de crisis económica y financiera
Ekhilur tiene sus orígenes en Desazkundea, el colectivo decrecentista de Euskal Herria, que persigue una transformación ética, cultural y política a favor de una economía que revierta la vertiginosa carrera del crecimiento de la producción y del consumo y sus efectos medioambientales. Tras reflexionar sobre las causas de la crisis financiera del 2008, sobre el sistema monetario vigente y sus evidentes carencias, el colectivo se planteó crear una moneda local de carácter social que promoviera la relocalización de la economía.
En 2014 pusieron en marcha la moneda local Ekhi, que funcionó en Bizkaia hasta 2015 gracias al impulso y el trabajo voluntario de militantes del colectivo. La iniciativa cogió cierto volumen y sintieron la necesidad de dar el salto a la digitalización para ampliar el proyecto y actualizarlo hacia las nuevas formas de transacción económicas. Esto les llevó a constituirse como cooperativa de consumo sin ánimo de lucro en el año 2017 y a poner en macha la moneda digital.
En este momento Ekhilur se encuentra en fase de experiencia piloto en el municipio guipuzcoano de Hernani y en los barrios históricos de Bilbao. En Hernani se han puesto como objetivo llegar a 800 usuarios y 80 comercios durante esta fase piloto y en Bilbao a 100 comercios y 1000 personas usuarias operando con esta moneda.
Se trata de un proyecto autorganizado y cooperativo, puesto en marcha en un escenario de empoderamiento a través de la participación ciudadana, gobernado por personas y para las personas, que se rige por principios democráticos y de participación horizontal. Como en toda cooperativa, su órgano decisorio es la asamblea, quien decide sobre las cuestiones importantes con un voto por cada persona o entidad socia.
Ekhilur comparte una escala de valores que atañen a los cuidados, al reparto equitativo de bienes y servicios, a la empatía, a la equidad y a la justicia social. De esta forma, la cooperativa se convierte en un proceso de cultura política que se ejerce en comunidad (Rodríguez, 2021) y basa sus propuestas políticas en los principios de interdependencia y corresponsabilidad hacia lo próximo y lo común.
Para poder participar de la red, las entidades, empresas y comercios deben cumplir con una serie de normas en materia de derechos laborales, sociales y medioambientales que se miden por un “Índice de Eficiencia Social (IES)”, que considera el grado de compromiso con la economía social, las finanzas éticas, la ecología, la igualdad de género, la justicia social y el respeto a la lengua y a la cultura propia. Este índice es modificable por la Asamblea y puede ir incluyendo otras consideraciones que amplíen la perspectiva interseccional.
Recuperar la dimensión social del dinero mediados por la tecnología
El objetivo principal de Ekhilur es recuperar la función social del dinero. A diferencia del dinero tradicional es una moneda que sirve únicamente para el intercambio y para valorar el precio de los bienes y servicios. Su acumulación tanto para el ahorro como para inversiones especulativas no tiene sentido ya que sufre una oxidación (devaluación) cuando no circula en el tiempo. Este mecanismo toca de lleno una de las bases del sistema socioeconómico actual: la acumulación de capital y su carácter especulativo. Es una forma de provocar que el dinero circule constantemente en un circuito cerrado que fideliza el consumo local y genera más riqueza en el entorno.
Es una iniciativa eminentemente práctica que aprovecha las posibilidades de organización, comunicación y gestión que ofrecen las tecnologías digitales. Su página web permite acceder a documentos sobre el funcionamiento del sistema, hacerse socio de la cooperativa, localizar y contactar con entidades y comercios asociados, gestionar el monedero digital, realizar pagos, transacciones, donaciones a colectivos sociales, etc. Además emplean las redes sociales como herramientas de comunicación y diálogo abierto con la ciudadanía.
El sistema de pago utiliza el teléfono móvil para operar a través de la app Clickoin, un monedero digital, con el que las personas socias pueden realizar pagos en comercios de la red y envíos de dinero a personas que estén en su libreta de contactos y dispongan de una cuenta Ekhilur (Rodríguez, 2021). Aunque no se trate de una aplicación de código abierto la app está desarrollada por Clickoin SL, una empresa comprometida con el uso ético de la tecnología, que ayuda a recircular dinero electrónico y ofrece soporte a las instituciones para apoyar al comercio local y fijar población a los territorios.
Ekhilur es una moneda complementaria al euro. Cumple con los estándares de seguridad a nivel jurídico y tecnológico de la UE que regula estos servicios (PSD2) y que opera con dinero legal que se cambia por euros a través de una Entidad de Dinero Electrónico (EDE) autorizada según las normativas del Banco de España. Como explica Miguel Angel Rodríguez, presidente de Ekhilur, “en el ecosistema Ekhilur circulan una especie de avatares de Euro, creados bajo unas reglas diferentes, mientras los verdaderos euros duermen a salvo en un banco comercial” (Ayuntament Villadecans, 2020, 9m 00sg).
Escala local, dirección global
Ekhilur limita su uso a las regiones de Euskadi y Navarra por criterios de bioregión, si bien la naturaleza del proyecto es escalable, abierta y replicable, para lo que cuenta con un servicio de asesoramiento para quien quiera ponerlo en marcha en cualquier territorio y adaptado a necesidades específicas. Por ejemplo, en el pueblo de Hernani (Gipuzkoa) el ayuntamiento está estudiando cómo incorporar la moneda en sus presupuestos municipales. Y en la mancomunidad de Irati (Navarra) se utilizará como moneda de bonificación en el reciclaje de residuos.
La digitalización de las comunicaciones ha facilitado que Ekhilur pueda articularse como una red red de redes. El sistema de pagos funciona por redes locales que se integra en la red Ekhilur. Es decir, los ayuntamientos o asociaciones de comerciantes pueden crear redes locales que se integran en la red Ekhilur. Cada red local, puede establecer sus propias reglas de uso con autonomía, siempre que respete el marco general y los planteamientos éticos de Ekhilur.
Más allá de su escala regional, se trata de una organización que comparte preocupaciones e intereses globales relacionados con la protección de la economía local y la autonomía financiera.
Internet y la proliferación de las plataformas de video-llamadas ha propiciado la participación en redes y la organización de encuentros tanto nacionales como internacionales de monedas sociales que han trasladado el debate al ámbito global.
Participación multiagente
Ekhilur se constituye como una cooperativa de consumo sin ánimo de lucro impulsada por una ciudadanía empoderada como agente político de cambio (Can Kurban, Ismael Peña-López, y Maria Haberer, 2017). Lo interesante de este proyecto es que rompe con la clásica dicotomía público/privado favoreciendo estrategias de colaboración entre personas consumidoras, asociaciones de comerciantes, colectivos ciudadanos, activistas sociales instituciones públicas… introduciendo la modalidad de propiedad colectiva. Es esta comunidad diversa la que tiene el control de la organización y asegura el acceso de todas y todos sus miembros.
Las dos caras de la moneda
Superar los límites institucionales
Aunque urgen medidas que permitan a los municipios superar sus propios límites para intervenir en la economía local y requilibrar las desigualdades producidas por las empresas globales y las grandes superficies, las monedas sociales siguen siendo una alternativa desconocida, necesitadas de reconocimiento tanto por parte de la ciudadanía como de las instituciones reacias al cambio. Además, la diversidad de modelos y de resultados en distintas partes del mundo producen dudas sobre sus potencialidades y sus limitaciones (Sunyer, 2018).
Así que es aún muy pronto para saber si Ekhilur se consolidará como un proyecto de moneda complementaria con capacidad de incidencia socio-económica en el territorio. Cuenta a su favor haber construido una infraestructura tecnológica con capacidad articuladora, haber iniciado su experiencia piloto en lugares con una población especialmente sensible con la protección del comercio local y haberse colado en la agenda política de las instituciones públicas. Sin embargo, necesita de un umbral mínimo de adopción para poder consolidarse y constituirse como una alternativa plena (Seyfang y Longhurst, 2013).
Un paso importante en ese sentido vendría de la adopción por parte de las administraciones públicas, empleándola como un instrumento al servicio del desarrollo local. Al fin y al cabo, cualquier moneda necesita generar plena confianza entre sus usuarios, para lo que es imprescindible el respaldo y el reconocimiento de las instituciones públicas. Eso pasa en gran medida por el despliegue de políticas que permitan reconducir el dinero que ponen las administraciones en manos de la ciudadanía a través del pago de subsidios, subvenciones y contratos, hacia el tejido empresarial local.
Pero además de la necesidad de ese respaldo para el desarrollo pleno de sus capacidades Ekhilur cuenta con otros elementos que dificultan su desarrollo e implementación con perspectiva interseccional como veremos a continuación.
¿Una moneda para todas?
Aunque el uso del móvil está muy extendido, la tecnología de pago con aplicaciones no es todavía universalmente accesible, especialmente entre las personas mayores y las de menor poder adquisitivo. Las alternativas a la aplicación digital que proponen como sistema de pago (el empleo de QRs) tampoco parece superar del todo la dificultad de accesos de ciertos colectivos.
Falta de autonomía
Si bien la comunidad que forma Ekhilur tiene capacidad y autonomía para modificar su propia infraestructura social, sus normas y su acuerdos, de forma participativa y democrática, carece de
de autonomía para intervenir en la tecnología digital que da soporte al sistema y que media en sus relaciones sociales. Sería deseable trabajar de forma coordinada con otras monedas sociales para dar pasos hacia herramientas de software libre que permitan mayor autonomía tecnológica, el desarrollo de la innovación de forma distribuida y la integración de servicios de forma abierta y colaborativa.
Por otra parte Ekhilur no sale del sistema oficial de moneda, ni tampoco lo sustituye, lo complementa. Su vinculación a la moneda oficial la convierte en una moneda sujeta a los mismos efectos monetarios del euro.
Más allá de su valoración sobre el impacto que pueda tener en la economía real, tal vez lo más interesante sea la oportunidad que ofrece para abrir el debate sobre cómo la ciudadanía puede intervenir en el entorno urbano a través de sus pautas de consumo, sobre las tecnologías que deberíamos construir para avanzar en una economía sostenible y ciudadana, sobre la función del dinero y sobre la necesidad de democratizar la economía (Sunyer, 2018).
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