27 Urr DARTH VADER EN PANTUFLAS: INFANCIA Y JUEGO COMO ACTIVADORES DEL ESPACIO DOMÉSTICO CONFINADO
“Fun actually was becoming quite subversive”
Testimonio de Abbie Hoffman durante el juicio a los Chicago Seven, 1969.
La pandemia del COVID-19 está poniendo al mundo entre las cuerdas. A pesar de que, objetivamente, la pandemia actual no introduzca ningún elemento radicalmente nuevo respecto a otros casos históricos, los efectos derivados de la reacción de los estados y de la población hacia ella están causando situaciones inauditas. La más relevante de estas, probablemente, es el confinamiento doméstico generalizado.
El confinamiento doméstico ha normalizado, de modo sumamente rápido y generalizado, un continuo vivencial donde se entremezclan facetas de nuestras vidas hasta hace poco cuidadosamente segregadas. Apuntalado por las tecnologías digitales y la militarización del espacio público, el confinamiento ha supuesto la disolución aparentemente definitiva de una distinción clara entre la esfera pública y la privada. Sustentado en profundos cimientos de la antigüedad greco-romana (ágora versus gineceo, fórum versus domus), la articulación entre la esfera pública y la privada implica una diferenciación clara entre el mundo de la política y el mundo de lo íntimo. Estos dos polos vienen a asociarse a lo argumentable y transitivo frente a lo emocional e intransitivo, y en la edad moderna, con la implantación definitiva de la estructura del estado-nación, a lo regulado frente a lo libre. Durante la crisis del COVID-19, por norma general, podríamos decir que las casas se han hecho públicas, convirtiéndose en lugar de trabajo, educación y ocio compartido, mientras que el espacio público ha sido abandonado, o, para ser precisos, ha sido tomado sin tapujos por la policía y el ejército. El descorazonador balance de la pandemia parece ser una (otra más) pérdida de libertades individuales y colectivas en pos de una sociedad del control globalizada. El léxico belicista utilizado de modo general por gobiernos de todo el mundo para referirse a la pandemia y los indudables giros totalitarios de muchos de ellos para reaccionar contra ella refuerzan una visión sombría. Aun comprendiendo la necesidad de la estrategia del confinamiento doméstico, buena parte del imaginario adulto se asocia a formatos de protección hacia una amenaza ‘externa’ que conlleva una limitación de libertades (refugio antiaéreo, celda de prisión).
Pero, afortunadamente, hay más. El confinamiento doméstico generalizado ha generado múltiples iniciativas, hace unos meses impensables, de evidente relevancia social, cultural y política: solidaridad orgánica, generación de nuevas comunidades de relación, aparición de nuevos espacios colectivos, y muchas otras. Uno de los elementos más interesantes ha sido la reacción de la infancia, que ha entendido, vivido y activado el confinamiento desde otra perspectiva donde el placer, el juego y a la invención han sido, a menudo, protagonistas. Frente a la reacción adulta, responsable pero servil, lxs niñxs, por lo general, han sabido usar tácticamente este río revuelto, donde los patrones de comportamiento habitual han sido afectados de modo general, como una plataforma de exploración e invención que permite entrever otros mundos posibles. Sin planteo previo ni programa explícito, muchxs niñxs han sabido leer intuitivamente una situación extraordinaria desde una óptica vitalista y creativa, tomando los nuevos códigos de comportamiento impuestos (a menudo difíciles de entender y no sin ciertos componentes de arbitrariedad) como reglas de un juego a escala de toda la sociedad. Sin dificultades aparentes, muchxs niñxs han asumido el brusco cambio en sus vidas como un campo abierto de oportunidades para, al fin y al cabo, pasárselo bien.
Algunos ejemplos concretos pueden servir como ilustración al rol de la infancia y de las dinámicas de juego como activadores del espacio doméstico confinado. Pasamos a presentar tres ejemplos que nos han tocado de cerca.
Beached, la playa en casa.
Después de unas enclaustradas vacaciones de Pascua, Caterina (12 años) quiso ir a la playa. Dada la imposibilidad de salir de casa, decidió traer la playa hasta ella. Quince minutos más tarde, ya se estaba poniendo el bañador nuevo, que todavía no había podido estrenar. Un cobertor de sofá azul marino trajo el Mediterráneo hasta casa, mientras que tres de sábanas arrugadas, de color azul celeste, azul pálido y blanco respectivamente, generaron el agua batida y la espuma del rebalaje. Finalmente, un mantel color teja hizo las veces de arena, en la cual pudo plantar una sombrilla y situar su toalla marinera favorita, la del pulpo. Construido el entorno, estuvo no poco tiempo disfrutando de la brisa marina, cubierta con sobrero de paja, tomando el sol con precaución (incluso se puso crema solar), y refrescando los pies en el agua. Después de leer un buen rato el enésimo volumen de Dork Diaries, vino el mejor momento: el chapuzón completo en el mar y la natación a braza, que supuso la destrucción de la playa casera y efímera.
Sagno i Sagnora Paez, nuevas relaciones de vecindad.
Valentina (7 años) y Eulàlia (5 años) son hermanas y viven en un tercer piso. En el principal de la misma finca, vive una pareja de gente mayor (los Paez). Más allá de saludarse educadamente en el portal, no tenían ningún tipo de relación próxima. Al inicio del confinamiento, Valentina y Eulàlia, que no lo veían muy claro, empezaron una correspondencia con sus vecinos del principal, lanzándoles a la terraza mensajes optimistas (“tot anirà bé”, “ens en sortirem”, o el impagable “estem treballant per curar el coronavirus”), escritos en papeles doblados y lastrados con pinzas de tender. A cada mensaje recibido, los mayores escribían notas de agradecimiento a las niñas y las ponían en su buzón del portal. La correspondencia cruzada fue escalando, los mensajes de las niñas se personalizaron (“us convidem a berenar”, “un petó”) y empezaron a lanzar dibujos y regalos, siempre lastrados con pinzas. El potlatch a distancia siguió su curso durante meses, hasta que los mayores subieron al 3º para ofrecer un pequeño regalo a las niñas. Pocos días después, las niñas, acompañadas de su padre, bajaron al principal con una bonita planta que ahora vive en la terraza, desde dónde las niñas pueden verla. Ahora los vecinos quedan de vez en cuando para merendar.
Darth Vader en sabatilles, profesión y diversión.
En pleno confinamiento, un abogado de 67 años me encargó la reforma de un piso para acomodar su piso y su bufete. Encerrado en mi casa y sin acceso a impresora ni material de maqueta, decidí hacer un experimento e implicar a mis hijos Lluc (14 años) y Caterina (12 años) en el proyecto. El diagrama del principio, dibujado por Lluc, muestra claramente la idea motriz que Caterina bautizó como ‘cajas místicas con mucho espacio alrededor’ (pienso que el término ‘místico’ se refería al armario de las Crónicas de Narnia). A partir de esta idea construimos una maqueta a escala 1:20 con Sylvanians y Darth Vader apropiándose del espacio fluido en torno a los espacios cerrados (cocina, lavadero, baños y almacén) representados con pilas de libros. Yo, todo hay que decirlo, no hice gran cosa, sólo ayudé a marcar los límites a escala con cinta de pintor y posteriormente pasé el proyecto a limpio para que cliente y contratista me tomaran en serio. Funcionó, y empezamos obras dentro de poco. Proyectar con niños es apasionante y enormemente enriquecedor. A finales de 2019 escribí un pequeño artículo que da un poco de contexto al experimento de la casa del abogado Vader . El advenimiento de la pandemia no ha hecho sino reforzar mi convicción sobre la necesidad de implicar a los niños y a los jóvenes en entender y transformar nuestro entorno compartido. Al fin y al cabo, como decía Dr. Seuss, «los adultos son niños caducados».
Como estas tres viñetas ponen de manifiesto, el componente lúdico y placentero introducido por la infancia ha supuesto un bálsamo, en un primer momento emocional y, desde cierta distancia, también conceptual, a la narrativa belicista-autoritaria del estado (1, estamos en guerra contra una fuerza externa (el virus); 2, todxs unidxs venceremos este ataque; 3, si no estás con nosotrxs estás contra nosotrxs y usaremos todas las armas del estado de excepción para anularte). Esto ha tenido una serie de implicaciones relevantes, entre ellas, una sutil inversión de las relaciones de poder basadas en la edad. Somos muchxs que hemos percibido, bastantes que hemos aceptado, y algunxs que incluso hemos agradecido como narrativas y prácticas infantiles daban nuevos sentidos a la vida doméstica confinada, abriendo espacios de libertad, invención y creación en un entorno restringido. Más allá del efecto bálsamo, lo más relevante de esta incipiente emancipación infantil es que marca caminos de acción futura no exentos de tintes revolucionarios. Quizás si Herbert Marcuse o los situacionistas alzaran la cabeza nos sugerirían usar técnicas aprendidas y prácticas ensayadas en el espacio doméstico confinado para retomar y repolitizar la esfera pública desde el ethos lúdico, creativo y hedonista que lxs niñxs nos han enseñado.