Prodigios y vestigios

Prodigios y vestigios

David Prodigios y vestigios

1.

Me ha resultado difícil no comenzar esta reflexión con la revisita al proyecto de Instant City de Archigram. Me parece que sintetiza muy bien la utilización de una situación efímera para producir una aceleración en la transformación urbana. También me doy cuenta de que me ha producido sensaciones bastante diferentes según el momento o el estado de ánimo en el que lo he reencontrado. Unas veces me ha resultado un ejemplo optimista e inspirador, otras he llegado a entenderlo como una metáfora irónica.

Supongo que con el fenómeno de los grandes eventos siempre podemos aproximarnos a ellos desde varios ángulos. Pienso por ejemplo en el Crystal Palace de la primera Exposición Universal en Londres en 1851 y puedo entender el edificio como la maravilla tecnológica que fue, el germen de la modernidad en arquitectura, el dispositivo reversible pensado de antemano para ser desmantelado y reciclado, en los prodigios que albergaba y en la admiración que produciría a sus asombrados visitantes. Pero también puedo acercarme a él consciente de que no dejaba de ser el producto, convenientemente maqueado y listo para su exhibición, resultado de la explotación salvaje de la clase trabajadora inglesa y del expolio sistemático de los territorios colonizados por el glorioso Imperio.

Más o menos lo mismo me pasa con la Exposición Universal que se celebró en Barcelona, la ciudad que habito, en 1888. Puedo fijarme en la transformación que supuso para el barrio de la Ribera y el frente marítimo, convirtiendo los despojos de las fortificaciones recientemente derribadas en un tejido urbano saneado y habitable. Puedo observar una foto añeja del Hotel Internacional, un macroedificio de lujo que fue construido en menos de dos meses para la ocasión, para ser luego desmantelado a la clausura de la Exposición, y una vez más el arquitecto que hay en mi se maravillará con una gesta que aún hoy en día resultaría espectacular. Pero en la misma foto veré, recién instalada, la estatua del Marqués de Comillas, Antonio López y López, un homenaje de sus correligionarios a un empresario con intereses en el negocio esclavista, que me inmediatamente me hará pensar en el modo en que aquellos señores de orden, los mismos que concibieron la gran Exposición, reprimían a las masas populares cuando estas exigían derechos básicos y condiciones de vida razonables.

 

2.

Una vez dicho esto, y por entrar más ordenadamente en materia, me parece razonable diferenciar entre algunos tipos de ‘grandes eventos’ urbanos que seguramente afectan a la ciudad de manera diversa.

Por un lado los mayores de ellos, tanto por antigüedad como por calado, serían las mencionadas Exposiciones Universales y sus sucedáneos. A continuación, y con un grado de afectación a la ciudad comparable, podemos mencionar los acontecimientos deportivos de primer orden, principalmente los Juegos Olímpicos. Estos tipos de evento marcan un antes y un después en las ciudades que los acogen, propiciando una de esas escasas ocasiones para la transformación urbanística catártica, ya que se dispone –probablemente por una vez en la vida– de una gran cantidad de recursos para ser invertidos en un plazo de tiempo muy determinado. Es indudable que, dentro de este tipo de eventos, existen ejemplos de buena conexión entre las necesidades de transformación propias de la ciudad receptora y las necesidades específicas del festejo. Otro tema sería analizar ciertos aspectos de la gestión económica, los casos de privatización de ciertas infraestructuras generadas con dinero público o la ausencia de participación ciudadana en la toma de decisiones.

Luego tendríamos los fenómenos deportivos de orden medio, a veces de gran tirón, como pueden ser campeonatos automovilísticos o grandes regatas. En nuestro país tenemos ejemplos de ciudades que han recurrido a ellos para activar o transformar zonas determinadas de la ciudad y, sobretodo, para promocionarse a través de una importante difusión mediática. En este caso las necesidades del evento pueden ser más difíciles de conciliar con las de la ciudad, con lo que pueden resultar bastante más forzados y difíciles de defender. Mueven grandes cantidades de dinero muy rápido y fundamentalmente en el sentido del gasto, especialmente porque suelen suponer el pago de cánones importantes a los propietarios de la marca y se puede caer fácilmente en la inversión en espectacularidad arquitectónica, llegando en ocasiones a dejar verdaderas situaciones de ruina tras ellos.

Los grandes eventos culturales, como los festivales de cine o de música más importantes, tendrían una afectación urbana menor en el plano físico pero una relevante función en la representación pública de la ciudad anfitriona. Suelen tener carácter periódico, y compartirían muchas características con las ferias o muestras de arte que tienen su máxima expresión en ciertas Bienales, o con su otra pariente conocida como Capitalidad Cultural, ocasión que, al contrario que las anteriores, sólo se supone para una única edición. En principio no suelen ser tan peligrosos como los eventos del apartado anterior, en parte por su habitual periodicidad y porque pueden llegar a ser bastante inclusivas en su desarrollo y proyección. En ocasiones su principal inconveniente es el fomento de formas de turismo demasiado intensivas y colaborar en procesos de gentrificación. Estos acontecimientos culturales no se diferenciarían demasiado, en cuanto a la afectación urbana se refiere, a los grandes congresos o ferias de muestras, llegando en ocasiones a compartir infraestructuras.

Finalmente podríamos nombrar los más efervescentes y efímeros de los eventos multitudinarios, muy comunes en nuestros días, similares en formato aunque diversos en contenidos, que tienen una característica común en su afán por visibilizar ciertas comunidades en una suerte de apropiación simbólica del espacio. Estoy hablando de cosas tan diversas como una gran manifestación reivindicativo-performativa, como han venido siendo algunas convocatorias nacionalistas, un macroencuentro religioso como se puede dar en la visita de un pontífice o también un desfile del orgullo, este último con reminiscencias de aquel fenómeno conocido como Reclaim the Streets, en el que se combinaba el formato de rave itinerante con la reivindicación del derecho a la ciudad. Estas situaciones pueden resultar muy visibles en ciertos momentos y tienen un considerable potencial simbólico, pero su efecto permanente sobre la ciudad es más limitado. Su configuración y efectos están muy emparentados con las grandes fiestas populares y principales manifestaciones folclóricas.

 

3.

Una vez repasados algunos de los principales formatos de grandes eventos urbanos, y con el fin de plantearnos una crítica constructiva de sus efectos y para apuntar posibles estrategias alternativas, cabría preguntarse:

¿Qué fines reales persiguen?

¿Quién los promueve?

¿Quién colabora?

¿A quién se escucha?

¿A quién van dirigidas las actuaciones?

¿Qué recursos se utilizan?

¿Cómo se utilizan esos recursos?

¿Cuál es el despliegue en el tiempo de las actuaciones y sus resultados?

¿Cómo se evalúan?

¿Quién rinde cuentas?

¿Qué sistemas de gestión y gobernanza derivan de las transformaciones que provocan?

Está claro que la promoción de la mayor parte de estos eventos es elitista, y que, a pesar de su importancia para las ciudades en las que se desarrollan, rara vez se promueven situaciones que permitan la participación ciudadana.

Cuando se trata de inversiones públicas o de colaboraciones público-privadas, hemos de estar alerta de quien sale beneficiado, siendo habitual que ciertos agentes privados sean gratificados con carácter inmediato, mientras que los hipotéticos efectos positivos sobre lo público puede que nunca lleguen a consumarse de la manera prometida.

Habitualmente lo único que se socializa en estas situaciones son las pérdidas provocadas por las convulsiones inversoras. Cuando se publica “El Gobierno se hará cargo de la deuda de ……….” no debemos olvidar que el dinero público que cubrirá determinado error estratégico o determinada mala gestión sale de cada uno de nuestros bolsillos.

En el mejor de los casos, cuando la operación resulta un éxito y mejora urbana es indiscutible, cabe preguntarse quien es el destinatario final de la mejora. Si una operación de gran envergadura tiene como efecto la revalorización de los activos inmobiliarios, y esta tiene como consecuencia el desplazamiento de gran parte de los vecinos por no poder alcanzar los nuevos estándares de renta y coste local de la vida, ¿se trata de una mejora real?.

(…)

Podemos prolongar esta reflexión indefinidamente, de hecho yo animaría a ejercitarse en ello. En cualquier caso en este texto vamos a pasar de pantalla para considerar ciertas buenas prácticas y pensar algunas alternativas.

 

4.

La primera práctica crítica ante el panorama que se ha expuesto hasta ahora sería la oposición a ciertos eventos mediante movilizaciones ciudadanas de diversos tipos. Un ejemplo muy coral, en el sentido que tuvo diferentes fuentes y expresiones, fue la respuesta ciudadana a la iniciativa del Fórum Universal de las Culturas de Barcelona, celebrado en 2004. Son innumerables las formas de expresión antagonista que llegaron a desplegarse, desde manifestaciones no convencionales a publicaciones, cartografías críticas y todo tipo de debates.

La segunda podría ser la celebración de eventos que trabajan sobre la idea misma de la transformación participativa y consciente del entorno urbano, trabajando desde la base pero con algún tipo de aspiración de incidir en lo institucional. En esta categoría podríamos incluir muchísimas situaciones, desde distintos eventos culturales con enfoque crítico y multidisciplinar a encuentros que trabajan la economía social y solidaria en red, pasando por festivales u otros eventos que se convocan específicamente para repensar la ciudad, sea desde la arquitectura y el urbanismo, la antropología, la ecología, la geografía, el asociacionismo o la militancia, etcétera… y más aún, desde enfoques multidisciplinares y transversales . Es en general un espacio de activismo y es muy difícil ponerle coto o caracterizarlo en detalle en unas pocas líneas.

La tercera podría ser una hibridación de las dinámicas propias de la categoría anterior con las iniciativas institucionales. Ejemplo de ello podría ser la incorporación de iniciativas críticas o innovadoras desde la base en procesos relacionados con la Capitalidad Cultural Europea, sea en fase de candidatura o de capitalidad propiamente dicha. En nuestra experiencia recuerdo como muy positivas el apoyo de la candidatura de Donosti 2016 a dos propuestas salidas del ámbito de la Red de Arquitecturas Colectivas: el encuentro de la red en Pasaia 2010 y el despliegue del proyecto Har Etxea / Kabia en Errenteria en 2012. En los dos casos se produjo una situación muy libre y completamente abierta a planteamientos críticos, con el extra de generosidad que supone apoyar procesos que se daban fuera del municipio aspirante.

Un subconjunto del anterior podría ser los acontecimientos culturales que operan desde y sobre la ciudad que los acoge, en una suerte de colaboración estable entre un equipo crítico y la institucionalidad tradicional, lo cual permite un trabajo sostenido sobre el ecosistema urbano. Sería el caso del festival One Architecture Week, de Plovdiv (Bulgaria), en el que a lo largo de algunos años se ha combinado la investigación y la intervención sobre zonas específicas del área metropolitana con los formatos más habituales en festivales de arquitectura o encuentros sobre urbanismo. Esto se ha dado en un esquema multicapa que permite implicar a los expertos internacionales y locales a la vez que convoca a diversos representantes de las administraciones públicas, si olvidar a la academia y a ciertos perfiles activistas.

Para concluir mencionaremos un destello de luz en una de las zonas castigadas por las políticas urbanas más oscuras: la ciudad de Valencia, donde la operación de La Marina, pensada para acoger la Copa América de Vela en 2007 y que transformó una parte importante del puerto de la ciudad, dejó una estela de edificios en desuso, espacio público desestructurado y deuda millonaria crónica. Recientemente el Consorcio Valencia 2007, entidad creada para la ocasión y que reúne a las tres administraciones públicas implicadas, ha dado un potente golpe de timón y sorprendentemente confía la generación de estrategias y gestión de proyectos de activación de infraestructuras y espacio público a nuevos perfiles profesionales, contratando para la gestión de todo ello a técnicos que habían destacado por su visión crítica con las políticas públicas especulativas anteriores. Ahora esos insospechados nuevos responsables están desplegando una serie de eventos y situaciones de trabajo que a su vez convocan a otros profesionales. Estos recién llegados tienen la oportunidad de trabajar con las ruinas producidas por las malas prácticas para devolver a la ciudadanía la voz para reacometer la transformación del entorno de forma inclusiva y plural. Veremos que ocurre, pero pinta interesante y puede llegar a ser un patrón replicable.

David Prodigios y vestigios

DAVID JUAREZ

Arquitecto y miembro de Straddle3. Desde finales de los años noventa ha desarrollado proyectos de participación ciudadana sobre recuperación de tejido industrial y cultural, intervenciones colaborativas en el espacio público y proyectos e investigación en el ámbito de la vivienda. Ha impartido charlas, cursos y talleres en centros y universi- dades de Europa y Latinoamérica. Ha promovido y co-diseñado diferentes herramientas digitales de código abierto para proyectos relacionados con el urbanismo participativo, además de participar en varias publicaciones especializadas. Es miembro fundador de las redes internacionales Arquitecturas Colectivas y CitizensLab.



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