26 Urr Estrategias para la mejora de la sostenibilidad urbana durante la celebración de eventos. Una aproximación desde el punto de vista social
El incremento de la variedad y del volumen de eventos que se ha producido en las últimas décadas es un síntoma de que la celebración de eventos se inserta en la dinámica urbana contemporánea. La ciudad es un lugar “natural” ideal para la celebración de eventos. Lo es por la elevada densidad de población, por su capacidad de ofrecer escenarios en su espacio público, por la facilidad de generar sinergías con los eventos que se manifiestan en la creación o refuerzo del “clima” o “ambiente urbano” y por su disponibilidad de equipamientos culturales, deportivos o sociales. El rendimiento social, económico y cultural de la producción de eventos urbanos es tal que permite el desarrollo de diferentes estrategias de desarrollo, ya sean socioculturales, económicas o turísticas (González & Morales, 2009). No obstante la incorporación de los eventos a las ciudades, a una velocidad mucho mayor a la de épocas en las que solamente existía un reducido núcleo de eventos y celebraciones tradicionales, plantea diversos retos, derivados de la existencia de impactos, para la gestión sostenible de las ciudades. Estos impactos deben leerse tanto en positivo como en negativo. En primer lugar, el aprovechamiento de los eventos puede ser una buena opción para aticular estrategias que permitan la mejora de la sostenibilidad urbana, pero requiere ubicar previamente dichos eventos en un marco de política urbana, evaluar los impactos o diseñar estrategias para la revitalización urbana que beneficien y contribuyan a dar valor a la comunidad local. En segundo lugar también debe contemplarse una lectura opuesta, donde los eventos no solamente planteen beneficios sino también impactos negativos y afectaciones a la sostenibilidad. La celebración de eventos, especialmente si no van acompañados de unas estrategias de sostenibilidad claras, contiene diversos factores de riesgo que hay que asumir o intentar minimizar. Los problemas de mobilidad, la creación de espacios “artificiales” en el espacio público, la aglomeración de personas y residuos, el consumo de materiales o la turistificación excesiva son buenos ejemplos de las alteraciones que la celebración de eventos puede producir en el metabolismo urbano.
En este texto vamos a abordar cuáles son los principales aspectos a tener en cuenta para optimizar la gestión sostenible de los eventos y cómo afectan a diferentes ámbitos sociales de la sostenibilidad. Es imposible abordar en un solo texto todos los efectos e impactos que generan los eventos, por lo que se ha optado por ofrecer una mirada donde predomina lo social. La organización del texto se estructura en tres partes. En primer lugar se reflexiona acerca de las características inherentes a todos los eventos urbanos y de qué manera influyen sobre la sostenibilidad. En segundo lugar se analizan los principales impactos de los eventos sobre la sostenibilidad social en las ciudades, en función de cada fase de su organización: 1) la formación de capital social necesario para su creación y puesta en marcha; 2) los impactos sobre el uso del espacio público y sobre la identidad del lugar, durante su celebración; y 3) los efectos e impactos que perviven en el tiempo después de su celebración. Finalmente se ofrecen, a modo de conclusión, algunas recomendaciones en clave de sostenibilidad para la gestión sostenible de eventos urbanos.
1. Los principios compositivos de los eventos y su efecto sobre la sostenibilidad urbana
Un evento puede ser definido como “un acto organizado (reunión, convención, exhibición, evento especial, etc.) que se compone de diferentes funciones relacionadas entre sí.” (Bowdin et al., 2006). Un principio aplicable a cualquier evento es que se trata de un acto temporal y único, aspecto que procede de su mezcla de elementos de gestión, programa, escenarios y participantes.
El carácter efímero e irrepetible de los eventos urbanos tiene determinadas implicaciones sobre la sostenibilidad. Se trata de un acto que tiene una duración limitada en el tiempo y que puede llegar a generar elevadas densidades de participantes que no “quieren perdérselo”. Un segundo elemento a tener en cuenta es la concentración de la actividad generada en el espacio. Los eventos consumen espacio, en muchas ocasiones espacio público, por lo que requieren el uso de determinados recursos urbanos (equipamientos, servicios, infraestructuras, etc.) y, sobre todo, substituyen usos del espacio en el período de tiempo durante el que se celebran (los accesos a equipamientos y calles pueden verse afectados, por ejemplo durante la celebración de una competición deportiva en la calle).
Muy relacionado con el consumo de espacio está la escala a la que se celebra el evento. Las clasificaciones clásicas de eventos establecen diferentes categorías según su tamaño (eventos locales o de raíz comunitaria, eventos importantes, eventos de referencia y megaeventos). Cuanto mayor es el evento más capacidad tiene de atraer público, de consumir espacio, de implicar agentes sociales y de afectar a un mayor número de sectores de la economía de la ciudad.
Además, la misión, objetivos o la aproximación que los organizadores den al evento puede ser también un elemento a tener en cuenta. Por ejemplo, se ha puesto de manifiesto que algunos eventos con carácter turístico plantean mayores conflictos con los residentes y agentes locales que los eventos con carácter no turístico (González & Morales, 2018).
Finalmente, la misma decisión de celebrar un evento puede activar mecanismos de cambio de comportamiento o hábitos entre los residentes. De hecho este es uno de los impactos sociales más potentes de la celebración de eventos urbanos, en particular por su potencial capacidad de estimular la participación de los habitantes en actividades culturales, deportivas o comunitarias. A pesar de que no existen estudios concluyentes sobre el hecho que la celebración de eventos (especialmente las grandes celebraciones) tengan una relación directa con el aumento de los niveles de actividad entre la población se supone que los eventos pueden contribuir al cambio de hábitos y comportamientos a través de dos vías (Smith, 2013):
- Como efecto demostración, donde la excelencia de los participantes en el evento conduce a imitar o motivar a los espectadores a realizar prácticas sociales similares. Por ejemplo, el aumento de número de federados o de la práctica de un deporte en un país después de la celebración de un campeonato de alto nivel.
- Como efecto festivalización, cuando la población se ve estimulada por un aumento de la excitación y la asociación a experiencias positivas vinculadas con el evento. La atmósfera especial y las expectativas generadas antes y durante la celebración de algunos eventos pueden impulsar a la población en general a dedicar tiempo a determinadas actividades, programas y comportamientos que de otra forma hubieran sido ignoradas (Weed et al., 2009)
2. Aspectos sociales de la celebración de eventos urbanos y su relación con la sostenibilida
La celebración de eventos urbanos pasa por tres grandes fases donde se pueden producir algunos impactos sociales importantes. Un primer momento es la fase de diseño y organización del evento. Es en este momento cuando se moviliza a las personas encargadas de su organización y gestión y donde se da forma a las expectativas previas de los organizadores. El desarrollo de capital social permite poner en común a diversos grupos sociales para el logro de un objetivo común, por lo que resulta un elemento clave para valorar el impacto del evento sobre la comunidad local, tal como veremos posteriormente. Pero en la fase previa de construcción y diseño del evento hay un aspecto del capital social, el liderazgo, que destaca sobre el resto. La capacidad de liderazgo es fundamental para impulsar la participación de otros agentes, para establecer dinámicas de trabajo positivas, y para generar sinergías entre los colaboradores. Algunos estudios llevados a cabo sobre el papel del liderazgo en la creación de capital social demuestran que los eventos con un liderazgo claro y sólido permiten que este tenga mayor visibilidad exterior debido a su buena capacidad para conectar con agentes pertenecientes a redes externas al evento y, en consecuencia, tener mayor atractivo para el público (González & Miralbell, 2011).
La mayor parte de los impactos se producen, como es lógico, durante la fase de celebración del evento urbano. El capital social se despliega también a medida que se desarrolla el evento. En términos generales se considera que los eventos culturales contribuyen a cohesionar una comunidad, poniendo en común a diferentes grupos sociales y potenciando el bienestar comunitario compartiendo normas mutuamente beneficiosas de reciprocidad, confianza mutua y cooperación (Wilks, 2012). En este sentido, los eventos culturales pueden ser utilizados para trascender las barreras sociales, en la medida que facilita a los participantes el establecimiento de nuevas conexiones con personas diferentes entre sí pero que comparten un conjunto de valores similares.
Uno de los impactos más importantes de la celebración de eventos sobre la sostenibilidad urbana tiene que ver con el uso del espacio público. El uso de las calles, plazas, parques, o jardines como escenario para la celebración de eventos urbanos proporciona diversos beneficios a la ciudad donde se realizan. En primer lugar permite los efectos de socialización, mezcla o diversidad social entre los participantes. Por poner un ejemplo, en la Fiesta Mayor de Santa Tecla en la ciudad de Tarragona la mitad de los participantes manifestaban que les permitía conocer o relacionarse con personas nuevas, y un 25% afirmaba que se trataban de personas extranjeras o de origen geográfico o cultural muy diferente al suyo. Además cerca de la mitad de los encuestados (44%) afirmaban que durante las fiestas les resultaba un buen momento para ligar o encontrar pareja. En contrapartida los efectos negativos de un incremento de la socialización pueden producirse si el evento la fomenta solo entre pocos grupos sociales o con un componente muy parecido (anulando así el efecto de mezcla social) o, sobre todo, si genera exclusión social a determinados grupos sociales.
Además de los efectos positivos sobre la socialización, la asociación entre espacio público y celebración de eventos incluye también elementos intangibles. Uno de los más importantes es la creación de sentido del lugar (término derivado del inglés “sense of place”). Se trata de un fenómeno complejo donde, en síntesis, consiste en establecer una asociación entre el lugar donde se celebra el evento y un vínculo emocional con el lugar (natural o urbano) entre los participantes, a través de historias compartidas o situaciones vividas en dichos espacios (Andrews & Leopold, 2013). Este sentimiento permite establecer interacciones espontáneas entre la gente a partir de celebraciones culturales o festivas que, a su vez, refuerzan los vínculos de pertenencia al lugar y de identidad colectiva. En algunos casos este sentido del lugar se expresa también a partir de la creación de la llamada “atmósfera urbana”. Si bien este fenómeno permite dar contenido nuevo al espacio público, llenar de gente espacios que pueden estar poco frecuentados y dar una imagen positiva o renovada al escenario urbano también existen impactos negativos asociados. Se trata de efectos temporales, el más grave de los cuales es el cambio temporal de residencia para evitar los impactos negativos del evento. Entre las afectaciones más comunes se encuentran la creación de aglomeraciones debido a la afluencia de público, las restricciones a la movilidad y de acceso al espacio público, los ruídos y molestias asociadas a la celebración, el aumento del vandalismo, la inseguridad o la delincuencia (especialmente cuando existe una importante afluencia de turistas). Si bien los efectos tienen un impacto restringido a la propia duración del evento, se pueden enquistar si el espacio público es usado de forma recurrente como escenario de eventos a lo largo del año. Por ejemplo, si se da de manera continua, puede generar procesos de festivalización del espacio público, molestias derivadas del efecto ciudad abierta las 24 horas o la banalización del espacio público.
Un tercer tipo de impacto social derivado del uso del espacio público en los eventos tiene que ver con la identidad local. Los eventos urbanos pueden desarrollar vínculos de identidad con la comunidad local de diversas formas. Una primera manera es mediante el desarrollo del sentimiento de pertenencia al lugar. La noción de pertenencia está muy próxima a la idea de identidad. De hecho, el compromiso con los procesos sociales y culturales de la comunidad, compartir la misma historia y dinámicas y el sentimiento de pertenencia a un lugar son algunos de las principales motivaciones para participar o asistir a eventos especiales. Los festivales, por ejemplo, son eventos que contribuyen a la creación de narrativas de pertenencia al lugar haciendo que la gente se reúna para compartir experiencias y actividades, pero también recordando el pasado común. La conmemoración de episodios históricos o la representación de tradiciones se establecen con frecuencia a partir de narrativas e historias que se vinculan con el sentimiento de arraigo a un lugar y al sentimiento de pertenencia de los individuos. En este sentido los eventos pueden actuar como “espejos” que reflejan una particular identidad colectiva a través de su programa y actividades propuestas (Andrew & Leopold, 2013).
Es también pertinente hablar del sentimiento de orgullo como impulsor de la identidad local cuando se lleva a cabo un evento sentido como propio por la comunidad local. El orgullo local ante los eventos es un elemento muy común entre la comunidad local derivado de la voluntad de dar visibilidad externa a un elemento muy apreciado en el ámbito local. En parte, este sentimiento se agudiza cuando se vincula a la sensación de autenticidad. Los eventos que son percibidos como auténticos son más proclives a desarrollar este sentimiento de orgullo. Además son fácilmente transferibles a los visitantes y turistas que buscan experiencias auténticas, por lo que ofrecen una vía directa de transmisión exterior de la identidad local. A pesar de ello existe un interesante debate acerca de los impactos negativos que el turismo puede generar sobre la identidad local. Por un lado algunos expertos relacionan la presencia (masiva) de turistas con la pérdida de originalidad, banalización y de transformación del evento (en su totalidad o en parte), con lo que se pierde el contenido y el sentido original y deja de ser reconocible por la comunidad local.
Por otro lado existen posiciones más neutrales que defienden que la cultura es un fenómeno flexible y moldeable a lo largo del tiempo y que la introducción de eventos turistificados no deja de ser un reflejo de cómo las sociedades adoptan nuevas formas de producción y acentúan su complejidad cultural. Los resultados de un estudio llevado a cabo durante el año 2017 sobre eventos realizados en destinos turísticos catalanes refuerza esta última posición. En el estudio se analizan las respuestas de 400 organizadores de eventos a la pregunta de si los impactos sociales y culturales de los eventos celebrados con finalidad turística difieren de los celebrados con una misión cultural, o en cuyos objetivos se encuentra la plasmación de la identidad o de la historia local o la defensa de la tradición local. En general los eventos programados con finalidad turística tienen impactos negativos más elevados a nivel de molestias a los residentes, pero, en relación a la capacidad de generar vínculos con la identidad local generan impactos positivos iguales o incluso superiores a los de los eventos con orientación local o cultural (González & Morales, 2017).
Los impactos derivados de la celebración de eventos tienen mucho que ver con su tipología y con la forma en que se desarrolla en la ciudad. No produce el mismo efecto un evento de pequeñas dimensiones que uno de gran calado, ni tiene la misma repercusión un acto organizado por una asociación local orientado a los propios residentes que un gran evento que pretende posicionar la ciudad o reforzar la marca urbana. En cualquier caso queremos cerrar este apartado con una reflexión acerca de las actitudes acerca de los eventos urbanos por parte de la población. A pesar de que existe una percepción generalizada de que la celebración de eventos (especialmente los de gran formato) levantan mucha oposición social, lo cierto es que normalmente existen muchos más partidarios que detractores. Por ejemplo, en una muestra sobre 400 residentes en Calgary, el 98% tenía actitudes positivas ante la celebración de las Olimpiadas de invierno de 1988 en esta ciudad (Smith, 2012). No obstante, la actitud de los residentes ante la celebración de un evento puede oscilar de forma considerable si se tienen en cuenta las condiciones y circunstancias concretas de cada individuo. La teoría del intercambio social demuestra que existe un balance entre las expectativas de beneficios generadas por la celebración de un evento y la actitud (más positiva o más negativa ante el mismo). Por poner un ejemplo, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Sidney la opinión favorable a la celebración del evento disminuía a medida que los residentes vivían más alejados de la zona donde se encontraban los equipamientos y actividades previstas. Esta posición fue interpretada por el hecho que los residentes más cercanos a las zonas donde se organizaban las pruebas eran mayoritariamente gente joven que percibía como un beneficio el mantenimiento de las instalaciones olímpicas en sus barrios una vez que hubiera finalizado el evento (Waitt, 2003).
Una visión diferente sobre los efectos de los eventos sobre la sostenibilidad urbana no toma como punto de partida la medida ex post de los impactos producidos sino la evaluación estratégica ex ante de lo que se quiere transmitir y legar a partir de la celebración del evento. Este punto de vista tiene gran trascendencia para la gestión de los eventos en la ciudad, puesto que implica no poner el centro de interés en el propio evento sino trasladarlo a los efectos sobre la sociedad que, derivados de su celebración, puedan mantenerse en un futuro. Poner en el plano opuesto el evento significa cambiar la mentalidad de los gestores. Por ejemplo, bajo este prisma estratégico, no resulta tan importante la celebración y éxito en sí del propio evento, sino planificar correctamente sus efectos a largo plazo. En otras palabras, si habitualmente la promesa de los impactos futuros son la excusa para justificar la celebración del evento, con un enfoque de palanca de desarrollo (estrategias de “leverage” en inglés) es justo al revés: el evento es la excusa para conseguir rediseñar, revitalizar, regenerar o proporcionar mayores posibilidades de equidad en las ciudades. En definitiva, se trata de utilizar la publicidad y el gancho del evento para fomentar iniciativas sociales que coincidan con la celebración del evento y perduren más allá de su celebración.
Existen diferentes opciones que permiten abordar estratégicamente la potenciación del legado de los eventos a partir de acciones de leverage. Entre las iniciativas de regeneración social más comunes se encuentran las siguientes:
- El fortalecimiento de la cohesión de la comunidad. Los eventos representan una oportunidad para hacer converger en un único espacio a diversos grupos sociales representativos de la gran variedad sociodemográfica de las ciudades actuales. Si en muchas ocasiones los (grandes) eventos acostumbran a ser del gusto de unos pocos grupos sociales, las estrategias de desarrollo de leverage pueden involucrar a muchos más grupos (por ejemplo haciendo resaltar el carácter internacional de un evento deportivo, más allá de la competición, para implicar a colectivos de diferentes orígenes).
- El favorecimiento del compromiso local y la responsabilidad civil. A pesar de que los eventos urbanos pueden ser vistos como la antítesis de la acción local, en algunos casos pueden motivar a la población a tomar un rol más activo en su comunidad. Los programas de voluntariado asociados al evento que incluyen formación práctica y laboral y que se mantienen a medio plazo, pueden favorecer los objetivos comunitarios y beneficiar las comunidades a largo plazo.
- La organización de programas de preempleo para las personas desfavorecidas. Los eventos pueden mejorar el grado de adhesión a programas de formación de personas que, previamente, han fracasado en programas de inserción laboral o similares. Además estos programas pueden vincularse a las necesidades laborales reales que la celebración del evento pueda requerir.
- El impulso de programas educativos. Las personas jóvenes son un buen objetivo para lograr la consecución de buenos hábitos entre la población en el futuro, por lo que resulta interesante añadir programas de educación vinculados a eventos temáticos. Al estar vinculados a los eventos se facilita su seguimiento. Los objetivos más comunes de los programas educativos tienen que ver con los criterios de regeneración social: los estilos de vida saludables, los temas ambientales o el desarrollo personal.
- Las iniciativas de promoción de hábitos saludables. Los eventos deportivos tienen magnetismo especial para plantear acciones sociales de mejora de la salud entre la población. No obstante también algunos eventos temáticos vinculados con la actividad física (danza, música, teatro) pueden estimular la creación de este tipo de programas. Los organizadores de eventos pueden plantear iniciativas para fomentar este aspecto. Entre las más comunes se encuentran las que tienen que ver con la programación de actividades deportivas durante la fase previa al evento o proporcionar ayudas o becas para la inscripción en clubes o asociaciones deportivas.
- Las iniciativas para mejorar y asistir a las personas con minusvalías. Si se tiene en cuenta que las personas con minusvalías son algunas de las más desfavorecidas de la sociedad, los programas de regeneración social que permitan mejorar su calidad de vida encajan perfectamente en las estrategias de leverage social a partir de eventos. Los Juegos Paralímpicos son un claro ejemplo de como un evento puede dar visibilidad y cambiar la percepción ciudadana sobre las personas con disminución. Introducir mejoras en la accesibilidad a los espacios urbanos, edificios y equipamientos o la creación de programas educativos y de sensibilización en las escuelas son dos ejemplos de posibles acciones en este terreno.
3. Estrategias para el desarrollo de eventos urbanos más sostenibles
Los eventos urbanos van a seguir siendo un referente del consumo de cultura y ocio en las ciudades durante las próximas décadas. La impronta de la celebración de eventos sobre la sostenibilidad urbana será, por tanto, todavía más importante en el futuro. Esto implica, por un lado, gestionar la ciudad de forma que los eventos formen parte de una política urbana en la que el objetivo no sea tanto su mera celebración sino el aprovechamiento óptimo de estos actos para diseñar estrategias de desarrollo que beneficien el máximo número de actores sociales.
Los grandes temas de sostenibilidad asociados a los eventos urbanos tienen que ver con los aspectos ambientales. El incremento del número de eventos conlleva un aumento de la movilidad de personas que se desplazan hacia ellos y un incremento del consumo de recursos que acaban convertidos en residuos. Esto implica reflexionar acerca de cómo los eventos pueden mejorar su huella ecológica y disminuir su impacto sobre el calentamiento global del planeta. Las políticas de enverdecimiento de eventos serán, en consecuencia, uno de los grandes ejes de debate sobre la organización de eventos.
Desde el punto de vista social, el eje sobre el que se ha desarrollado esta ponencia, los problemas de sostenibilidad urbana no son menores. La gobernanza de los eventos, los aspectos éticos y la redistribución de los impactos y de los beneficios entre los miembros de la comunidad local son tres temas clave. A ellos destinamos las reflexiones finales.
Los aspectos de gobernanza tienen mucho que ver con la manera como se gestiona internamente el evento pero también con la relación que se establece entre las instituciones que participan en la organización del evento y con el marco político de la ciudad que lo sostiene. La transparencia en la gestión y, especialmente, el c ompromiso en dar a conocer públicamente los resultados e impactos del evento es un elemento clave para la sostenibilidad del mismo. La financiación de eventos con fondos públicos (habitualmente escasos) debería estar acorde al cumplimiento de los criterios y objetivos de sostenibilidad que la ciudad se marque en su política urbana y de eventos. Mantener eventos que no cumplan, o que queden muy por debajo de estos objetivos, impide ofrecer planteamientos de sostenibilidad y substituye recursos humanos y económicos que serían necesarios en otras facetas de la actividad urbana. Los gestores del evento también deben garantizar al máximo que se establecen las condiciones para la generación de capital social. La transparencia en la gestión, la confianza y la capacidad de generar relaciones en red externas e internas (sin caer estas en el ostracismo o la endogamia) son elementos clave para fomentar estrategias de formación de capital social que pueden capitalizarse no solamente en el desarrollo del propio evento, sino también como reserva de capital humano para otras iniciativas urbanas.
A nivel ético, los eventos deben ser capaces de fomentar aspectos que ofrezcan oportunidades para desarrollar acciones de sostenibilidad social y deberían de recogerse de forma explícita en la misión del evento. La dedicación a aspectos de solidaridad o identidad local, la inclusión en el programa de actividades paralelas, las ayudas sociales o la sensibilización sobre temas de interés general deberían formar parte, cada vez más, del programa de los eventos, incluso de aquellos cuyo formato y objetivos son más comerciales o están enfocados al mero consumo.
Finalmente, los eventos pueden organizarse, independientemente de su tamaño o volumen de negocio, teniendo en cuenta, parcial o totalmente, una aproximación comunitaria. La participación social de los residentes en el diseño y en la evaluación de los eventos, el planteamiento de objetivos de éxito no únicamente en términos de viabilidad financiera sino también a partir de los logros sociales conseguidos, el retorno de la inversión en términos sociales o el establecimiento de políticas e leverage dirigidas a los sectores más vulnerables de la ciudad o para activar políticas de regeneración urbana son estrategias que pueden mejorar la relación, siempre complicada, entre el evento y los residentes.
La gran variedad, orientaciones y misiones de los eventos celebrados en las ciudades no permiten ofrecer soluciones válidas para todos los casos y, para que tengan sentido, hay que definir estrategias de sostenibilidad ad hoc para cada uno de ellos. Como reflexión final hay que destacar que, bajo mi punto de vista, los aspectos de sostenibilidad social tienen tanta importancia como los económicos y ambientales no solo para el mantenimiento de una relación cordial entre los diferentes agentes implicados en la celebración de eventos, sino también para su propia supervivencia y éxito en el transcursos del tiempo. Estamos plenamente convencidos que las ciudades que consigan enfocar socialmente sus eventos serán lugares que partirán con ventaja para hacer de estas celebraciones una herramienta más al servicio de la mejora de la calidad de vida de sus habitantes.